Danby MJ50 User Manual Page 390

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Según la cronología adoptada por este Comentario, la primera purificación
ocurrió en la primavera (marzo-mayo) del año 28 d. C., al comienzo de la
primera parte del ministerio de Jesús en Judea (ver com. Juan 2: 13-17).
Puesto que Jesús entró en los atrios del templo en las últimas horas del
domingo, después de su entrada triunfal en Jerusalén (ver com. Mat. 21: 1), y
puesto que el relato evangélico no deja bien en claro la transición entre 460
esta visita al templo y la visita del día siguiente, algunos han pensado que la
purificación del templo ocurrió en domingo, inmediatamente después de la
entrada triunfal en la ciudad. El hecho de que Mateo no siga un estricto orden
cronológico al relatar la maldición y el marchitamiento de la higuera (ver com.
vers. 18), también ha tendido a oscurecer el orden de los acontecimientos. La
narración presentada en Marcos sigue un orden más estrictamente cronológico.
Por eso puede entenderse que la segunda purificación del templo ocurrió en
lunes (cf. DTG 534-535).
Echó fuera.
Con sus actos, la multitud que seguía a Jesús lo había proclamado rey, y Jesús,
aunque nunca fomentó las erróneas ideas que los judíos tenían acerca de su
reino, ahora había asumido el papel de Rey-Mesías. La triste situación
reinante en los atrios del templo le proporcionó la oportunidad de actuar como
soberano, y al regir en forma absoluta e indiscutida la casa de su Padre, dio
una clara evidencia a todos los presentes de la autoridad que legítimamente le
pertenecía. Mediante las acciones que luego siguieron (vers. 14), Jesús
presentó una demostración de la verdadera naturaleza de su misión.
Los que vendían y compraban.
El atrio exterior, el de los gentiles, era el escenario de ese impío comercio.
En el mercado del templo se vendían las diversas clases de cuadrúpedos y de
aves que se necesitaban para los sacrificios, junto con el cereal, la sal, el
incienso y el aceite (ver t. I, pp. 710-718). Se consideraba que era necesario
proporcionar esta comodidad a los peregrinos que venían de grandes distancias y
a quienes les resultaba inconveniente llevar sus propios sacrificios. El
ruido, el movimiento y las transacciones comerciales que allí había, deben de
haber ofendido la conciencia religiosa de los que adoraban a Dios "en espíritu
y en verdad" (Juan 4: 24). Este comercio era autorizado por los encargados del
templo, quienes sacaban de él un gran provecho monetario. Pero los que
llevaban a cabo ese comercio revelaban que tenían un concepto sumamente erróneo
del carácter de Dios y de lo que él requería de quienes le amaban y le servían
(ver com. Miq. 6: 8; Mat. 9: 13; Eze. 44: 23).
Mesas.
Gr. trápeza (ver com. Luc. 19: 23).
Cambistas.
En este caso, eran los que cambiaban monedas de diferentes lugares por la
moneda del templo, sin duda lucrando con el trueque (ver com. cap. 17:24).
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