Danby MJ50 User Manual Page 361

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cielo.
21.
Perfecto.
Ver com. cap. 5: 48. Jesús da por sentado que lo que el joven decía o insinuaba
en la pregunta: "¿Qué más me falta?", lo hacía con sinceridad de corazón. El
joven había tenido como ideal llegar a la perfección. Pero, como lo señala
Pablo, no se puede alcanzar la perfección por medio de las obras (Gál. 2: 21;
Heb. 7: 11). Por lo tanto, si el joven rico había de alcanzar la perfección,
no debía esperar hacerlo mediante la realización de obras para ganar méritos.
Debía experimentar un completo cambio de corazón y de vida. Su mente debía ser
transformada; su manera de alcanzar la perfección debía ser otra.
Anda, vende.
Dentro de su carácter, que en otros sentidos era digno de encomio (Mar. 10:
21), quedaba un defecto serio: el egoísmo. A menos que se eliminara la
devastadora influencia del egoísmo, el joven rico no podía progresar más hacia
la perfección. Puesto que la enfermedad varía de persona a persona, también
varía el remedio. Cuando Pedro, Andrés, Jacobo y Juan fueron llamados por
primera vez (Juan 1: 35-51) para seguir al Maestro, Jesús no les pidió que
vendieran sus barcas y sus redes pues esas cosas no impedían que ellos le
siguieran; pero cuando fueron llamados definitivamente, dejaron todo para
seguir al Maestro (ver com. Luc. 5: 11).
Todo aquello que una persona ama más que lo que ama a Jesús, lo hace indigno de
Cristo (ver com. Mat. 10: 37-38). Aun las más importantes responsabilidades
terrenales son menos importantes que seguir a Cristo por el camino del
discipulado (ver com. Luc. 9: 61-62). Pablo lo perdió todo "para ganar a
Cristo" (Fil. 3: 7-10). A fin de posesionarse del tesoro celestial o comprar
la perla de gran precio (ver com. Mat. 13: 44-46), uno debe estar dispuesto a
deshacerse de todo lo que tiene. Pero el joven rico no estaba listo para hacer
esto. Aquí estaba su cruz, pero se negaba a tomarla.
Lo que tienes.
Literalmente, "tus posesiones".
Tesoro en el cielo.
Ver com. cap. 6: 19-21. Jesús puso al joven ante la elección entre el tesoro
terrenal y el celestial. Pero el joven quería tener ambos, y al descubrir que
eso no era posible, "se fue triste" (cap. 19: 22). El penoso descubrimiento de
que no podía servir a Dios y a las riquezas (ver com. cap. 6: 24) le resultó
imposible de sobrellevar.
Ven y sígueme.
Ver com. Luc. 5: 11.
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