Danby MJ50 User Manual Page 90

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2; 1 Cor. 7: 40; y "bendito", 1 Tim. 1: 11).
La palabra makários aparece nueve veces en los vers. 3-11. Pero los vers. 10-11
se refieren al mismo aspecto de la vida cristiana, y por lo tanto deben
considerarse como una sola entidad, por lo cual son ocho y no nueve las
bienaventuranzas. Lucas sólo da cuatro: la primera, la cuarta, la segunda y la
octava de Mateo, en ese orden (Luc. 6: 20-23), pero añade cuatro ayes
correspondientes (vers. 24-26).
En las primeras palabras del Sermón del Monte, Cristo se dirige al deseo
supremo de todo corazón humano: el de la felicidad. Ese deseo fue implantado
en el hombre por el Creador mismo, y originalmente tenía el propósito de
llevarlo a encontrar la verdadera felicidad mediante la cooperación con Dios
que lo creó. Se incurre en pecado cuando el hombre intenta encontrar la
felicidad como un fin en sí misma, pasando por alto la obediencia a los
requerimientos divinos.
Así, al comienzo de su discurso inaugural como Rey del reino de la gracia
divina, Cristo proclama que el principal propósito del reino es el de restaurar
en el corazón de los hombres la felicidad perdida en el Edén y que los que
escojan entrar por la "puerta estrecha" y el camino "angosto" (Mat. 7: 13-14)
encontrarán la verdadera felicidad. Hallarán paz y gozo interiores,
satisfacción verdadera y durable para el corazón y el alma, que sólo se logran
cuando la "paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento" está presente para
guardar el corazón y el pensamiento (Fil. 4: 7). Cuando Cristo volvió al
Padre, dejó con sus seguidores esa paz que el mundo no puede dar (Juan 14: 27).
Sólo pueden ser felices los que tienen paz con Dios (cf. Rom. 5: 1) * 316 y
con sus semejantes (cf. Miq. 6: 8), que caminan conforme a los dos grandes
mandamientos de la ley de amor (Mat. 22: 37-40). Sólo los que son verdaderos
súbditos del reino de la gracia alcanzan esa disposición de la mente y del
corazón.
Pobres.
Gr. ptÇjós, palabra que se refiere a la pobreza extrema, a la miseria (ver com.
Mar. 12: 42; Luc. 4:18; 6: 20). Aquí ptÇjós señala a los que adolecen de una
verdadera miseria espiritual y sienten agudamente su necesidad de las cosas que
el reino del cielo tiene para ofrecerles (cf. Hech. 3: 6; ver com. Isa. 55:
1). El que no siente su necesidad espiritual, el que se cree "rico", que se ha
"enriquecido" y que "de ninguna cosa" tiene "necesidad", a la vista del cielo
es "desventurado, miserable, pobre" (Apoc. 3: 17). Sólo los "pobres en
espíritu" entrarán en el reino de la gracia divina. Los demás no anhelan las
riquezas del cielo y se niegan a aceptar sus bendiciones.
De ellos.
La comprensión de la necesidad propia es la primera condición para entrar en el
reino de la gracia de Dios (DMJ 13). Por estar consciente de su propia pobreza
espiritual, el publicano de la parábola "descendió a su casa justificado" antes
que el fariseo que estaba lleno de justicia propia (Luc. 18: 9-14). En el
reino de los cielos no hay lugar para los orgullosos, los que están satisfechos
de sí mismos, los que dependen de su justicia propia. Cristo invita a los
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