Danby MJ50 User Manual Page 518

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Durante dos años los espías del sanedrín habían seguido a Jesús a fin de
informar de todo lo que decía y hacía (DTG 184, 647). Pero estos espías no
habían logrado ninguna información útil para los perversos propósitos de sus
dirigentes. Con referencia al informe dado por un grupo enviado para prender a
Jesús, ver Juan 7: 32, 45-48. Acerca de los aspectos ilegales del juicio de
nuestro Señor y de los temores de los dirigentes judíos en el sentido de que no
podrían lograr su condena, ver la segunda Nota Adicional al final del capítulo.
Para entregarle a la muerte.
Esto ya se había determinado. Pero a pesar de lo mucho que odiaban a Jesús no
tenían nada real de qué acusarlo; y en su apuro, no habían tenido tiempo para
inventar acusaciones. Esperaban desacreditar a Jesús ante sus conciudadanos
probando que había blasfemado y a la vez querían acusarlo ante los romanos de
sedición (DTG 647). Sin duda, esperaban deshacerse del caso inmediatamente y
conseguir que Jesús pasase a manos de los romanos, donde, acusado de excitar
una rebelión, no tendría posibilidad de escapar mediante la intervención de sus
amigos. Los judíos objetaban el hecho de que Jesús afirmara que era el Hijo de
Dios y pensaban que los romanos se opondrían a él como rey de los judíos.
60.
No lo hallaron.
No pudieron encontrar falsos testigos cuyos informes concordaran. Habían
estado buscando pruebas en las cuales basar sus acusaciones, pero sus esfuerzos
fueron infructuosos. Según la Mishnah, todos los testigos debían ser
interrogados a fin de comprobar la precisión de sus afirmaciones, y si los
testigos se contradecían, se invalidaba la acusación (Sanhedrin 5. 1-2).
Evidentemente, el testimonio de estos falsos testigos no soportó esa prueba.
Dos testigos falsos.
Pareciera que el testimonio de ellos concordó, y, según la ley mosaica (Deut.
17: 6; 19: 15), se aceptó como verdad lo que informaron. Los jueces, en este
caso el sanedrín, tenían la obligación de hacer todo lo posible para que se
hiciera justicia (Deut. 25: 1). Debían interrogar cuidadosamente a los testigos
para asegurarse de que los testigos decían la verdad (Deut. 19: 16-19). Pero
en este caso, los miembros del supremo tribunal de Israel estaban en
connivencia518 con los falsos testigos en su perjurio, en violación directa de
la ley mosaica (Exo. 23: 1) y del noveno mandamiento del Decálogo (Exo. 20:
16). Aun estos dos últimos testigos no estuvieron realmente de acuerdo (Mar.
14: 59) en los puntos básicos, y su testimonio fue vago y contradictorio. Sin
embargo, el sumo sacerdote fingió que aceptaba su testimonio (Mat. 26: 62),
aunque bien sabía que Jesús no podía ser sentenciado con esas pruebas. Su
conducta posterior reveló esto (vers. 62-63).
61.
Este.
Una forma desdeñosa de referirse a Jesús.
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