Danby MJ50 User Manual Page 410

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Entró el rey.
En la parábola de la gran cena (Luc. 14: 16-24) no hay nada que se parezca al
pasaje de Mat. 22: 11- 14.
Para ver a los convidados.
El rey entró para ver si todo iba bien y especialmente para observar quiénes
eran los invitados que sus siervos habían reunido por los caminos. En cierto
modo, la inspección de los invitados representa un proceso de juicio, la
determinación de quiénes podrían permanecer. Según PVGM 251-252, representa la
obra del juicio investigador (ver com. Apoc. 14: 6-7).
Vestido de boda.
Un salón de fiesta lleno de invitados debidamente ataviados constituiría un
honor para el rey y para la fiesta. Uno que estuviera vestido en forma
inapropiada deshonraría al anfitrión e introduciría una nota discordante en
las festividades.
El vestido de bodas, que simboliza la justicia de Cristo (PVGM 252), es
obsequio del rey. El rechazarlo equivale a rechazar lo único que podrá
convertirnos en hijos e hijas de Dios. Al igual que los invitados de la
parábola, no tenemos nosotros ninguna ropa apropiada para vestir. Seremos
aceptables a la vista del gran Dios sólo si estamos vestidos de la perfecta
justicia de Cristo en virtud de sus méritos. Estas son las vestiduras blancas
que aconseja a los cristianos que compren (Apoc. 3: 18; cf. cap. 19: 8).
El que no tenía vestido de bodas representa a los falsos cristianos que piensan
que su justicia es suficiente (PVGM 256). Al parecer, este invitado se
interesaba sólo en el privilegio de participar del banquete del rey. No
valoraba verdaderamente el privilegio que le había sido concedido. No le
importaba el honor del rey ni la importancia del acontecimiento. Olvidaba que
la fiesta se hacía en honor del hijo del rey y, por lo tanto, en honor del rey
mismo. No importa cuán bien se hubiera vestido, había rehusado recibir lo
único que lo calificaba para sentarse a la mesa del rey y gozar de la
fiesta y del banquete que acompañaban la celebración de las bodas.
12.
Amigo.
El rey se acercó al invitado con todo tacto y le dio amplia oportunidad de
explicar su proceder. Sin duda, el rey habría estado dispuesto a perdonarlo
si la carencia del vestido de bodas no se debía a su propia falta, sino a que,
sin darse cuenta, los siervos del palacio no le hubieran dado el vestido.
Enmudeció.
Gr. fimóÇ, "amordazar", "imponer silencio". Evidentemente, el invitado mismo
era culpable. De otro modo, al punto 469 se habría defendido. Su error
había sido intencional; había rehusado aceptar el vestido que se le había dado,
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