Danby MJ50 User Manual Page 312

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conversos que guardaran "todas las cosas" que Jesús había mandado: ni más ni
menos.
Si se amplía el significado de los verbos "atar" y "desatar" hasta abarcar la
autoridad de dictar lo que los miembros de la iglesia pueden creer y lo que
pueden hacer en asuntos de fe y de práctica, se le da un sentido más abarcante
del que Cristo quiso darles y que el que los discípulos pudieron entender en
esa ocasión. Dios no sanciona esa pretensión. Los representantes de Cristo en
la tierra tienen el derecho y la responsabilidad de atar todo lo que ya ha sido
atado en el cielo, y de desatar todo lo que ya ha sido desatado en el cielo, es
decir, de exigir o de prohibir aquello que la Inspiración revela con claridad.
Ir más allá de esto, es poner la autoridad humana en lugar de la autoridad de
Cristo (ver com. Mar. 7: 7-9), tendencia que Dios no puede tolerar en aquellos
que han sido designados como supervisores de los ciudadanos del reino de los
cielos en la tierra.
20.
A nadie dijesen.
Hasta casi el fin de su ministerio, en ocasión de la entrada triunfal en
Jerusalén, Jesús evitó que se tratara en público el hecho de que él era el
Mesías. Nunca proclamó públicamente que él era el Mesías. Al parecer, para
evitar la publicidad de su mesianismo (ver com. Mar. 1: 24-25), Cristo, en
repetidas ocasiones, mandó a los espíritus de demonios que no se dirigieran a
él llamándolo "Santo de Dios" (Mar. 1: 24-25, 34; 3: 11-12; Luc. 4: 34-35, 41).
Al recorrer Galilea, los doce no debían entrar en controversias acerca de si
Jesús era o no el Mesías (DTG; 316), porque las erróneas ideas populares acerca
del Mesías (DTG 22, 382-383; ver com. Luc. 4: 19) tenderían a impedir la
proclamación y la recepción del Evangelio. La gente habría entendido tal
proclamación en un sentido político, así como lo hicieron en ocasión de la
entrada triunfal en Jerusalén (ver com. Mat. 21: 1, 5; Juan 6: 15).
21.
Desde entonces.
La conversación de los vers. 13-20 era una introducción apropiada al tema que
Jesús presentó aquí por primera vez: la descripción de sus inminentes
sufrimientos, su muerte y su resurrección (ver com. vers. 13). No puede
saberse si las instrucciones y la conversación de los vers. 21-28 ocurrieron en
seguida después de lo relatado en la sección anterior, o algún tiempo después.
Es posible que hubiera transcurrido otro corto lapso entre los vers. 23 y 24
(Mar. 8: 34; DTG 384). Sea como fuere, parecería que toda la conversación que
se registra en los vers. 14-28 ocurrió en la región de Cesarea de Filipo (ver
com. vers. 13; cf. DTG 379, 387). En este momento, es probable que ya
estuvieran a fines del verano (agosto-septiembre) del año 30 d. C. (ver com.
vers. 13).
Hasta este momento, Jesús no parece haberles dicho a sus discípulos que él era
el Mesías (ver com. vers. 13, 16), ni mucho menos les había dicho que, como
Mesías, debía morir por los pecados del mundo. Es verdad que había hecho
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