Danby MJ50 User Manual Page 309

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que escogieron a Santiago el justo como dirigente (Historia eclesiástica ii.
1). Otros padres de la iglesia enseñaron lo mismo; tal fue el caso de Hilario
de Poitiers.
Cuando se buscó apoyo bíblico para las pretensiones del obispo de Roma a su
primacía en la iglesia (ver t. IV, p. 863), las palabras pronunciadas por
Cristo en esta ocasión fueron sacadas de su contexto original e interpretadas
en el sentido de que Pedro era "esta roca". León 1 fue el primer pontífice
romano en pretender que había recibido su autoridad de Cristo por medio de
Pedro. Esto sucedió por el año 445 d. C. Acerca de esta pretensión, Kenneth
Scott Latourette, conocido historiador de la iglesia, dice: "Insistió que por
decreto de Cristo, Pedro era la roca, el fundamento, el guardián de la puerta
del reino de los cielos, puesto para atar y para desatar, cuyos juicios
retenían su validez en el cielo, y que por medio del papa como su sucesor,
Pedro seguía realizando la tarea que le había sido encomendada" (A History of
Christianity, 1953, p.186). Resulta extraño que si esto es realmente lo que
Cristo quiso decir, ninguno de los otros discípulos hubiera descubierto ese
hecho, ni tampoco ningún otro cristiano durante cuatro siglos después de que
Cristo pronunciara esas palabras. Además, resulta extraordinario que ningún
obispo de Roma descubriera este significado en las palabras de Cristo hasta que
un obispo del siglo V pensó que era necesario hallar apoyo bíblico para la
primacía papal. La interpretación de las palabras de Cristo, que concede
supremacía a los así llamados sucesores de Pedro, los obispos de Roma, no
armoniza en absoluto con lo que Cristo enseñó a sus seguidores (ver cap. 23: 8,
10).
La mejor evidencia de que Cristo no designó a Pedro como la "roca" sobre la
cual habría de construir su iglesia, es quizá el hecho de que ninguno de los
que oyeron a Cristo en esta ocasión -ni siquiera Pedro- así lo entendió,
mientras Jesús estuvo con ellos, ni después. Si Cristo hubiera establecido a
Pedro como principal entre los discípulos, éstos no habrían disputado repetidas
veces el primer puesto (Luc. 22: 24; ver Mat. 18: 1; Mar. 9: 33-35; etc.; DTG
755-756; com. Mat. 16: 19).
El nombre Pedro proviene del Gr. pétros, "piedra" o "canto rodado". "Roca" es
la raducción de la palabra griega pétra, que suele emplearse para designar una
peña, o un macizo de piedra. Una pétra es una roca grande, fija, inamovible;
en cambio potros es una piedra pequeña o un canto rodado. No puede saberse
hasta qué punto Cristo tuvo en cuenta esta distinción, ni cómo pudo haberla
explicado mientras hablaba, porque Cristo ciertamente habló en arameo, la
lengua vernácula en Palestina en ese tiempo, y no empleó las palabras griegas.
La palabra griega pétros, sin duda, equivale a la palabra aramea kefa' (Cefas;
ver com. cap. 4: 18). Por otra parte, es muy posible que pétra también
equivalga a kefa', aunque existe la posibilidad de que Cristo hubiera empleado
algún otro sinónimo u otra expresión en arameo que haría notar la distinción
entre pétra y pétros que se advierte en el relato evangélico en griego. Sin
embargo, parece probable que Cristo debe haber tenido el propósito de hacer una
diferencia; de lo contrario, Mateo, escribiendo en griego y guiado por el
Espíritu Santo, no la hubiera hecho.
Evidentemente pétros, una piedra pequeña, no podría servir de fundamento para
ningún edificio. Jesús aquí afirma que únicamente una pétra, o "roca", sería
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